COREA DEL SUR: UNA RESEÑA SOBRE LA PREMURA AL LIBRE COMERCIO

José Luis León-Manríquez *

Desde el fin de la Guerra Fría, los sectores más internacionalizados del gobierno, el empresariado y el sector académico en la República de Corea han estado presionando para que el país asuma una participación más agresiva en un orden crecientemente liberal. Si bien todos ellos aceptan que Corea del Sur es un país diminuto desde el punto de vista territorial, coinciden por otro lado, en que ha llegado a ser un actor fundamental de la economía mundial. El razonamiento queda plasmado en las palabras de Il Sakong, un académico de renombre y ex ministro de economía surcoreano que en 1993 sostuvo: "El nuevo desafío elemental para Corea radica en conciliar las demandas de la resistencia local a abrir el mercado por un lado y compartir la responsabilidad que implican los ajustes estructurales necesarios pero difíciles en materia de agricultura y finanzas por el otro".

La disyuntiva para seguir o no con este proyecto se habría originado a partir de la crisis económica asiática de 1997. Aparte de una reestructuración completa del aparato burocrático y de una reducción del poder de las chaebols en el mercado interior, la respuesta de Corea del Sur a tal conflicto implicó una apertura económica adicional, una postura favorable con respecto a la inversión extranjera directa y una apuesta para aprovechar las oportunidades que presenta la globalización. Desde el punto de vista de Corea del Sur, los tratados de libre comercio (TLC) llegaron a ser un instrumento poderoso para continuar esta iniciativa. Como los demás países del Este asiático, Seúl había sido reacio a sumarse a la fiebre de los TLCs que se había esparcido sobre Latinoamérica y otras regiones en vías de desarrollo en los años noventa. Esta posición defensiva de la República de Corea experimentaría una transformación radical en la década actual, cuándo docenas de TLCs llegarían a negociarse y concluirse tanto en la región de Asia Pacífico como para los países que conforman la llamada Cuenca del Pacífico.

Temiendo que Surcorea se tornara en una especie de "huérfano internacional" si no firmaba tantos TLCs como sus vecinos, tanto los empresarios como los burócratas surcoreanos empezaron a buscar potenciales socios para establecer estos acuerdos comerciales. La "predisposición a los TLCs" ha sido personificada, entre otros, por Chung Hae Kwan, un funcionario de primera línea del Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio (MOFAT según su sigla en inglés).

Chung ha indicado que "Corea del Sur  no puede darse el lujo de considerar a los TLCs como una alternativa ya que en sí constituyen el único camino para obtener un crecimiento económico en el futuro". En abril de 2004, un TLC entre Corea del Sur y Chile entró en vigor, después de haberse postergado su ratificación en tres oportunidades debido a airadas protestas de los campesinos coreanos. Éste fue al mismo tiempo el primer TLC que incluyó a la República de Corea y el primer TLC trans-pacífico. Después de firmar un TLC con Chile, la República de Corea hizo lo mismo con Singapur, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) excluyendo a Tailandia, y la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC). El 30 de junio de 2007, nació el TLC Corea del Sur-Estados Unidos (KORUS-FTA) que se trató del TLC más grande para Estados Unidos luego del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA).

En el caso de México, el interés coreano en un TLC comenzó a principios de los años noventa, cuando el país latinoamericano negociaba su ingreso al NAFTA. Presionado por los imperativos de diversificar el comercio exterior y cumplir con los dictados de su ideología a favor del libre comercio, en abril de 2005 los legisladores mexicanos habían logrado implementar 12 TLCs con 43 países. ¿Qué ha parado, entonces, la negociación de un TLC con Corea? La explicación ha de ser encontrada en factores internos de México. Ante todo, la administración de Vicente Fox (2000-2006) fue muy cautelosa en firmar nuevos TLCs, y decretó una moratoria de las negociaciones relativas a este tipo de acuerdo con la excepción del Área de Libre Comercio de las Américas y otro que se negoció con Japón que entró en vigor en 2004.

Es muy probable que el escepticismo del gobierno mexicano hacia un nuevo TLC tenga mucho que ver con las crecientes dudas de la opinión pública mexicana acerca de los instrumentos del libre comercio. Mientras la opinión pública mexicana estuvo muy confiada sobre los beneficios de los TLC en los comienzos de los años noventa, ahora, de algún modo, se ha vuelto escéptica en cuanto a este punto. Así, en el caso específico del TLC con Corea, el sector privado mexicano ha ejercido intensas presiones sobre el gobierno para no firmar un acuerdo de este tipo. A pesar de esas presiones, a mediados de 2008 todavía hay posibilidades de que ese tratado comercial largamente negociado puede ser firmado pronto. Desde mi punto de vista, un TLC entre Corea y México tendría tres efectos principales: a) reforzaría la creciente importancia de Corea del Sur en el comercio exterior mexicano, especialmente con respecto a las importaciones; b) revigorizaría la alianza entre Estados Unidos y Corea del Sur, la cual ha sido cuestionada recientemente por una ola de nacionalismo coreano; y c) Sumado al TLC entre Estados Unidos y Corea y al TLC entre Japón y México, un acuerdo entre Corea y México sería un catalizador para una mayor integración Trans-Pacífico y significaría la afirmación del Nordesde de Asia como una clase de "cuarto socio del NAFTA”.


* Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y Catedrático de Estudios Coreanos en El Colegio de México.