Narrativas culturales y conflictos históricos: acerca de las percepciones sobre Dokdo

Carolina Mera *

Como pronostican los principales analistas internacionales, el siglo XXI tendrá su escenario protagónico en Asia. La región del Asia-Pacífico como “polo económico” posee la mayor importancia para el sistema político mundial. Además, en esta región del mundo convergen los intereses de los principales poderes nucleares y económicos: Estados Unidos, Rusia y China

En este contexto, la problemática de la seguridad internacional adquiere una relevancia particular. Sin embargo, la temática de la seguridad en la región es monopolizada, en la mayoría de los casos, por los análisis acerca de la crisis nuclear en Corea del Norte y los procesos de negociación que intentan avanzar hacia la reunificación de la península de Corea. Estos enfoques enfatizan la situación de Corea como herencia de la guerra fría, donde los actores fundamentales se alineaban en dos bloques: Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, por un lado, y Rusia, China y Corea del Norte por el otro. En este tipo de análisis encontramos perspectivas que priorizan las relaciones y alianzas en temas de seguridad entre los miembros del primer bloque, así como los procesos de negociación bilaterales y multilaterales que de alguna manera reflejan el compromiso de todas las naciones involucradas en mantener la paz y estabilidad de la región.

Sin ninguna duda la política nuclear de Corea del Norte tiene un gran impacto sobre la estabilidad regional e internacional, pero es imprescindible considerar también otros elementos fundamentales, como el estado de las situaciones bilaterales de los países involucrados –que en los estudios internacionales aparecen minimizados– y sin embargo pueden llegar a tener grandes consecuencias en este terreno.

En este sentido, la seguridad y estabilidad de la región también tiene que contemplar situaciones como las controversias por los islotes de Dokdo o los reclamos por registrar correctamente el Mar del Este en las Asociaciones Internacionales de cartografía y también sus rasgos topográficos, que podrían ocasionar disturbios inesperados en el contexto actual.

Recordemos que la región de Asia Pacífico debió insertarse en el sistema internacional de manera abrupta y violenta. Así, mientras que China fue fragmentada y dividida por la presencia en su vasto territorio de las potencias occidentales, Japón, se convirtió en una potencia moderna e imperialista que a partir de la victoria sobre Rusia en 1905, se impuso cada vez con más fuerza como poder regional avanzando sobre los pueblos vecinos. Ante la indiferencia de las naciones del mundo, el Imperio Japonés ocupó militarmente la península de Corea en 1905, la cual fue anexada legalmente en 1910. Es así como los islotes fueron anexados a Japón por la fuerza durante la Guerra Ruso-Japonesa.

Se trató de un período crítico y doloroso para el pueblo peninsular, tanto por la política económica de saqueo y explotación, como por las políticas culturales que atentaban contra la tradición e identidad de este pueblo milenario. Corea debió esperar hasta 1945 para liberarse del yugo japonés. Sin embargo, la felicidad tan ansiada fue interrumpida en 1950 por el estallido de la guerra que culminó con la división de la península entre la República de Corea del Sur y la República Democrática Popular de Corea del Norte.

A partir de este momento, Corea del Sur comienza un proceso de lucha por la democracia y desarrollo económico que tendrá sus efectos visibles a partir de la década del 70. Este proceso formó parte del fenómeno de surgimiento de los “Nuevos Países Industrializados”, nombre que caracterizó a los países que implementaron modelos desarrollistas de crecimiento y que evidenciaba la emergencia de economías cuya importancia a nivel del sistema económico mundial irían creciendo sostenidamente.

Este breve panorama de la historia nos sirve para ubicarnos en la complejidad de relaciones establecidas entre Corea del Sur y Japón. Si bien ambos países son socios privilegiados en el ámbito económico y comercial, y mantienen relaciones de proximidad en temas de seguridad internacional, esto no refleja la totalidad del universo necesario para lograr una armonía regional.

Es indudable que el proceso de crecimiento económico y la importancia de la región en el mapa mundial vienen incentivando un acercamiento y una fructífera cooperación entre la República de Corea y Japón. Sin embargo, el reclamo de Japón sobre Dokdo vuelve a poner en escena una disputa no saldada. Japón reclama un territorio que usurpó a Corea y ocupó por la fuerza militar durante el período colonial. Es de esperar que este hecho irrite al gobierno de Corea del Sur, pero sobre todo al pueblo coreano que sufrió la triste experiencia de la ocupación.

La reivindicación de la República de Corea sobre Dokso ha sido mantenida a lo largo de los últimos años y gobiernos. Ya en la Declaración conjunta del Presidente Kim Dae-jung y el Primer Ministro Japonés Keizo Obuchi (octubre de 1998), se hacía referencia a la ocupación: “El Primer Ministro Obuchi […] humildemente aceptó el hecho histórico de que el dominio colonial japonés infligió un sufrimiento y dolor insoportables al pueblo coreano y expresó apenado un profundo arrepentimiento y una sincera disculpa por la dura prueba…”. No obstante, cuando los analistas académicos hacen referencia a este acuerdo, usualmente mencionan la “Agenda Económica 21 Corea-Japón”, los acuerdos respecto de las barreras comerciales y proyectos de inversión, pero no se resaltan los aspectos humanos y los esfuerzos de ambos Estados por saldarlos con el fin de construir un vínculo de confianza para el futuro. Mientras que para Japón Dokdo es la posibilidad de llevar adelante un plan de estudios marítimos dentro de las aguas en cuestión, para Corea va más allá de una cuestión territorial. Dodko es parte de una lucha reivindicativa por su historia, su libertad y soberanía.

El conflicto generado muestra una vez más que en la escena de la política internacional no debe mirarse sólo las gestiones económicas y comerciales, sino que es fundamental dar cuenta de las condiciones culturales e históricas relacionadas con aspectos humanos y de dignidad de los pueblos. Es sólo a partir de vínculos de confianza y de respeto que se construyen las grandes políticas, y esto es imposible con discursos que niegan la historia.

Por esta razón, los académicos y los especialistas en relaciones internacionales debemos dar cuenta también de estas problemáticas y no sólo de aquellas que involucran áreas de seguridad y economía internacional. Es necesario repensar los actores sociales en función de un paradigma que ponga en el centro de la reflexión las cuestiones culturales ya que la comprensión de los procesos históricos e identitarios de los países y sus poblaciones son imprescindibles para entender las lógicas de la macro política. Reflexionar sobre el conflicto de Dokdo y las diferentes lecturas de la historia contribuye a esta propuesta.


* Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

1. “El inicio de dominio de dichos islotes por parte del pueblo coreano se retrotrae al año 512, año en que el general Lee Sa Bu de la Dinastía Shilla conquistara Usangku… numerosos documentos históricos de origen coreano evidencian dicha inclusión”. Entre ellos se menciona Samkuksaki de 1145 y se remarca que no sólo Corea sino también Japón reconoció a través de numerosos documentos y mapas oficiales la soberanía coreana en Dokdo. Ver Choe Gyoung-joo (2005) “La controversia sobre Dokdo y perspectivas de las relaciones entre Corea del Sur y Japón”, en Corea… una mirada desde Argentina, Oviedo (comp.), UNR, p. 144 Estudios realizados por The Academy of Korean Studies también dan cuenta de esta postura.