Para que la fiesta continúe después de los Juegos Olímpicos

Mara Lisa Arizaga*

El éxito del desarrollo económico de China constituye la base de la legitimación del Partido Comunista Chino (PCC), que se adjudica los logros de la bonanza económica y los resultados de la reforma y apertura impulsada por Deng Xiaoping a finales de la década del 70, logrando igualar a su vez en su discurso la integración territorial con la modernización, apaciguando de esta forma las tendencias secesionistas de muchos de sus grupos étnicos.

Pero estos logros, sin duda asombrosos, no dejan de convivir  con el crecimiento acelerado de la brecha que divide a la sociedad entre los que acceden a los beneficios del crecimiento económico y los que se alejan cada vez más del mismo.

Distrito Artístico de Dashanzi- Beijing- 2007

A elementos tales como la creciente tasa de inflación, la masiva emigración campesina a las grandes ciudades en busca de un mejor futuro (1) y la alta tasa de mortalidad infantil (2), entre otros, se suma la memoria social colectiva impregnada de sucesos históricos acaecidos desde la instauración del PCC, muchos de ellos de corte dramático, como la Revolución Cultural (1966-1976). Los avances económicos pueden servir de bálsamo sobre las heridas, pero tales recuerdos pueden agudizarse, especialmente en aquellos sectores que no llegan a experimentar la prosperidad de la modernidad.

La imagen promovida por el estado de una China armónica y estable, preocupación número uno del PCC de cara a los Juegos Olímpicos de 2008, tiene su revés en la tan temida posibilidad de una pérdida de control y estabilidad, lo cual se puso de manifiesto este año con los sucesos ocurridos en Tíbet.

Frente a este escenario, el clásico recurso del nacionalismo chino enfrenta una amenaza en el denominado “nacionalismo étnico”, especialmente en los casos tibetanos y uigures. El llamado nacionalismo estatal, es consciente del potencial que presenta el nacionalismo étnico, así como es consiente de que muchos de sus ciudadanos no tienen vínculos reales con la autoridad política.

En este contexto el mundo se centra en China, de cara a la celebración de los Juegos Olímpicos. Pero la mirada exterior no ha sido lo benévola que los chinos deseaban. La exacerbación de las críticas del exterior, especialmente en materia de derechos humanos, culminando con el informe reciente de Amnistía Internacional días antes del comienzo de los Juegos Olímpicos (3) ha marcado los meses anteriores a los juegos, provocando en China la intensificación del sentimiento nacionalista, y generando movimientos masivos, como las protestas frente a sucursales de la cadena de supermercados francesa de Carrefour, en respuesta a las protestas durante el paso de la llama olímpica por París.

Estas corrientes espontáneas de expresión, defendiendo la unidad y la imagen nacional, bien pueden volverse en contra, algo que el gobierno central tiene muy presente, teniendo en cuenta las crecientes manifestaciones de los sectores marginados del interior del país, animadas entre otros factores por casos de corrupción, problemas con las autoridades locales, el aumento de los precios de los alimentos y del costo de vida, sumados al desempleo, los desajustes del sector inmobiliario, la previsión de una crisis energética, la degradación medioambiental  y las tensiones sociales y políticas latentes.

Sin dudas este no ha sido un año fácil para China, que tuvo que enfrentar además de los asuntos internos, catástrofes naturales como el terremoto ocurrido en el suroeste de China a finales de mayo. (4)

Es poco probable que el recurso del nacionalismo pueda resolver todos los focos de descontento, que requieren de la profundización de la reforma, especialmente en los aspectos relacionados con el progreso del bienestar social, y la instauración de mecanismos institucionales que regulen los derechos de los sectores más marginados, incluyendo a las minorías.

Cuando la fiesta termine y los Juegos Olímpicos sean historia, China estará frente a un panorama complejo, donde la “sociedad armoniosa” y la estabilidad parecen atravesar un frágil equilibrio.


Candidato a doctora, Universidad Central de las Nacionalidades de China. Magíster en Economía, Sociedad y Cultura China, del Instituto de Altos Estudios Universitarios de España. Reside en China desde 2003.

(1) Ver: "One Year of My Blood": Exploitation of Migrant Construction Workers in Beijing, Human Rights Watch, UNHCR Refworld (unhcr.org), Volume 20, No 3, 12-03-2008
(2) Según un informe de UNICEF, la tasa de mortalidad infantil entre las poblaciones pobres sigue siendo muy elevada. Ver: http://www.unicef.org/infobycountry/china_china.html
(3) Amnesty International, People's Republic of China: The Olympics countdown - broken promises, July 2008. ASA 17/089/2008
(4) Las cifras hablan por sí mismas: se calcula que el terremoto, de 7,5 grados de magnitud con epicentro en la provincia de Sichuan, dejó un saldo de unos 100.000 muertos y desaparecidos, más de 350.000 heridos, y millones de desplazados, y pérdidas económicas de unos 20 mil millones de euros, según las primeras estimaciones oficiales.